Uno debe tener un límite de días hasta donde se puede volver atrás y empezar a comerse los días perdidos, para terminar con una deuda de mil y de allí en adelante vivirlos completos.

Andrés Caicedo

Malvada intencion

ustedes, por estar leyendo la crónica social...

las recetas de cocina y el manual para portarse bien en sociedad...

por estar alelados mirando la televisión o las estrellas...

y baboseándose con las poesías a miss universo...

ustedes, los poetas que fabrican sobre el diccionario de rimas un poema quincenal...

ustedes, los intelectuales conformistas para quienes es muy cómodo el nihilismo...

ustedes, los burócratas liberales y conservadores que ya perdieron el sentido de lo maravilloso...

ustedes, los inspectores de la moral, que confunden el “hula-hula” con el marqués de sade...

ustedes, los sexólogos de ideas fijas que representan el “hula-hula” con un falo abstracto y circular...

(nosotros protestamos contra ustedes que se oponen a la satisfacción de los instintos naturales y al derecho a legitimar esos instintos por las vías legales de la imaginación)...

ustedes, los reales académicos y tratadistas de la forma, que no saben lo que se anida en las cloacas, y que no han mirado desde las alcantarillas el nacimiento del sol...

ustedes, los estudiantes de urbanidad y de retórica que ya saben rimarle un verso a la prostituta y limpiarse la jeta con elegancia...
ustedes, las señoras aristocráticas que bailan a Elvis Presley en el club y levantan las piernas para escandalizar a los notarios y a los senadores de la 2a. república...

ustedes, magistrados y jueces que codifican la vida y asesinan con fórmulas los instintos vitales...

ustedes, los notarios que escrituran a los ricos la tierra de los pobres con manos de usureros y canas en el cerebro...

ustedes, los ciudadanos ejemplares que se emborrachan en los prostíbulos y hacen penitencia religiosa...

ustedes, los que se flagelan a la luz del sol ante los altares de piedra, y de noche cumplen funciones de pederastas...

ustedes, los de la “liga de la decencia” y “la pureza del espíritu” que se escandalizan con los senos de una escultura y no sienten horror al defecar en la bóveda celeste del sanitario...

ustedes, los predicadores, que apestan con su oratoria y con sus sotanas de terciopelo sudado...

ustedes, los políticos que no creen en la revolución y se hacen remunerar su falta de fe...
ustedes, los policías, que no saben como preñan los poetas a las rosas...

ustedes, los críticos de arte y literatura que han leído la citolegia y a kant, y que confunden a gonzaloarango con un paciente de la sicología, a garcilazo con don blas de lezo, la “unión libre” de breton con la “unión nacional” de ospina pérez, un ataque al corazón con la crisis de la poesía...

ustedes, en general, no saben nada de nada...

y tienen una idea falsa de lo que es el nadaísmo cuando piensan que somos la amenaza material del orden burgués...

nosotros no vamos a robarle la chequera al capitalista, ni vamos a asaltar a media noche su despensa; que los burgueses revienten tranquilos en medio de la abundancia...

tampoco vamos a raptar en noches de luna a las colegialas del “mary mount”. el nadaísmo no es una historia prostibularia, que ellas revienten con sus prejuicios, su puritanismo angélico, y que lleven su sexo casto al matrimonio, o lo conserven como una momia para que lo consagren a san luis gonzaga...

tampoco queremos alterar sus conceptos del mundo en el que viven de tránsito a la eternidad, afianzados aquí en la estabilidad económica, la virtud y el respeto social...

nosotros no tenemos nada que ver con quienes no tienen problemas, ni dudas, ellos están salvados...
pero queremos confesarle una malvada intención a la burguesía. señores burgueses: el nadaísmo se fundó para pervertir a vuestros hijos. vamos a interrumpir vuestro sueño y a despertar en vuestras alcobas inquietantes y terribles gérmenes de zozobra. vuestros hijos regresarán una noche a pediros cuentas, ebrios y poseídos de una terrible cólera.

temedlos, yo los conozco, son peligrosos...

a mi madre de 70 años ya le advertí: nena, si no me dejas libre le diré a la policía que eres comunista... y ella dijo: “tú sabes que eso es falso, no lo hagas, porque me echarían de la iglesia...”.
Fuente:

Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993.

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Carta a un maniquí

Dices que soy loco y te digo que tienes razón, si locura es todo lo que no eres, todo lo que niegas. No quiero discutir contigo, me ofende tu palabrería insensata. Tus razonamientos huelen a sexo. No puedo arruinar mi vida mirándote en un espejo, pavoneando tu frivolidad por mi alma, manoseando mi angustia. Eres impura, y hasta tu corazón lo tienes maquillado de polvo “coqueta”.

No vuelvas a profanar mis dioses, ni mi soledad: lo ignoras todo de la muerte y lo sagrado. Te equivocas si crees que voy a renunciar a interrogarme por temor a desatar tus furias de hembra celosa. No sacrificaré un átomo de imaginación para satisfacer tu gelatinoso ego.

Tu insensibilidad al dolor es otro síntoma de tu vacuidad desalmada. Y tu belleza es de esponja. Eres una plebeya tintineante de joyas, un cadáver perfumado de Dior. Gran lío va a tener el Señor para reorganizar tu cuerpo y tu alma en el Juicio, pues la tuya la cambiaste por una fotocolor en la revista Vanidades.

Nunca entendiste que la muerte y el arte significaban para mí un diálogo con la vida, con los hombres; que necesitaba despertar de la realidad, despreciar lo aparente para mirar al fondo, a las esencias. Hasta de mis fantasmas te sentías celosa, odiabas mi mundo interior como tu rival, y querías aislarme, matar mi Yo para meterte tú.

Desde que te conozco has querido embrujarme con tu malsana sexualidad, hechizar mi alma, perderme en el abismo de tu cuerpo, cautivarme en tu laboratorio de nimiedades y caprichos.

Tienes fama de dominar a los hombres con tu alquimia, pero qué va, han manoseado demasiado tu brillo. Ahora estás devaluada por más que te maquilles, maniquí.
Crees que todo es a tu medida, hasta mis sueños; crees que todo termina en ti, que sólo puedo aspirar a la altura de tu minifalda.

El único sueño de tu vida es dormir acompañada. Ahí termina tu espiritualidad, en la vaca. Ni eso, sería elogiarte. Al menos la vaca cuando llena sus panzas se da el lujo de rumiar sus impensados asombros en la soledad de las praderas. Tú no; cuando estás repleta de placer te abandonas a una suntuosa digestión bajo el sudario de tu baby-doll.

Me das lástima porque el barro de Dios ha perdido el tiempo y la posibilidad religiosa de encender en ti una chispita de vida consciente. Es una pena para el barro, y para ti que lo envileces en el lodo.

No soy hombre a tu medida. No doy la talla de tus perros falderos que sacian tu voracidad libertina por una migaja de placer y figuración en los salones de la sociedad y del arte. Eres peligrosa como un pulpo opresor. Tu piel me hizo sentir siempre resbalando a la oscuridad ciega de tu carne como a un muladar, negación de vida y resurrección.

Te confundí con un ser humano; te pido perdón por confundir una mujer, con 50 kilos de vanidad y diez metros de tubo digestivo metidos en un traje de moda. Es mi culpa, por hacerme ilusiones. De las mujeres esperé siempre una llave que me abriera una nueva puerta hacia la vida y los misterios del arte y de la muerte. O descubrir en la hermosa noche irracional del sexo el fulgor de una estrella guiándome en los arcanos cielos de ultratumba. Pero todas tus llaves son falsas, las usas para cerrar esas puertas y convertir la vida en una prisión, tu lecho es una fosa.

Me libero de tu infierno que ni siquiera es admirable por el terror. Pues todo lo que allí habita, incluyéndote, son vicios y potes de crema para maquillar tu monstruosidad en un rostro humano.
Ya no existes, maniquí. ¡Te lo prometo!
Fuente:
Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993, pp: 140 - 141.

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