Uno debe tener un límite de días hasta donde se puede volver atrás y empezar a comerse los días perdidos, para terminar con una deuda de mil y de allí en adelante vivirlos completos.

Andrés Caicedo

Mensaje

ORACION DE GONZALO ARANGO PARA TODOS: “Serás más rico mientras más sufras, y poseerás más mientras menos tengas. No temas arriesgarlo todo, jugarlo todo, perderlo todo. En el fondo no hay nada que perder. Lo que pierdas hoy mañana te será devuelto multiplicado en forma de conocimiento. Pues se trata de vivir intensamente, aterradoramente, más allá de lo que tenemos y de toda promesa. Más vida es lo que siempre tenemos por ganar, más conocimiento, así que no economices, arrójate, húndete, piérdete, te encontrarás en lo más profundo de ti mismo. Esa es la recompensa del guerrero, la ley inexorable del que es capaz de morir, para vivir inmortalmente, como nosotros que no hacemos de la existencia un negocio teológico, sino una aventura terriblemente humana, trágica y feliz”

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Una reliquia que hizo milagros


Una reliquia que hizo milagros

No apegarme por egoísmo a una reliquia que hizo milagros: el Nadaísmo que nos salvó de la nada.
Me niego a ser santo del pasado, precursor del infierno, símbolo siquiera.
Nada de lo dicho y hecho, amado o muerto, escrito o silencio, me pertenece vanidosamente. He sido instrumento de la vida, vibrador instrumento.
De nada me arrepiento; de mis errores tampoco; me enseñaron la salida del laberinto. Todo fue positivo en el proceso, aun lo negativo; aprendimos a vivir.
El Nadaísmo fue un viaje de aventuras por el conocimiento y la experiencia, azaroso y venturoso; y en los viajes es real el sueño como la pesadilla.
Creo que cumplí la vibración para la que fui destinado en una determinada instancia del suceder histórico con la vida, mi destino personal, mi generación.
Bien o mal, he cumplido. gracias.

GONZALO ARANGO

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Victoria del ser sobre el tener


Victoria del ser sobre el tener

Mi vida pública expiró.
Mi vanidad es sombra de fantasma, carece de importancia nacional. La fortuna que dejó la larga lucha a muerte con la nada es el silencio, la humildad; mi bolsa de valores llena de vacío, pero también de amor a los valores de la vida.
A los 13 años abandonar la guerra habiéndola ganado y no tener en qué caer muerto, no es fracaso literario, es victoria del ser sobre el tener, de la vida sobre la razón social.
Oh sí, todo está bien, y sobre todo el corazón a salvo. Que en el pan de cada día no nos falte el sueño, y un granito de incienso para adorar lo eterno.

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Nunca aspiré al poder


Nunca aspiré al poder

Nunca aspiré al poder de hacer felices a los hombres, ni confortable la vida. Desprecié la meta de los humanismos digestivos y los idealismos teológicos. La tragedia era mi quimera de oro, la libertad en la ruptura, la cita con Dios en el abismo, la belleza con aire de Angel Exterminador.
¿Era errado el Camino? O el Camino, una vez caminado, ¿no conducía a ninguna parte como lo presentí en pleno delirio? ¿Acaso sigo buscando revelaciones salvadoras en un área desconocida de conciencia, en las entrañas del monstruo que devoró a Rimbaud en el laberinto de sus iluminaciones?
Nunca dije la última palabra; siempre tuve mis dudas aflorando en silencio. He dejado de ser mudo a duras penas para mal-decir esas dudas, cuando lo que me quemaba interiormente era el ansia de claridad, el terror de la verdad, despejar la tiniebla hasta encontrar la clave de los sésamos que nos abrirían los mundos luminosos de salvación.
Mi paso no es la meta de mi generación; mi camino no es su camino. Somos caminantes juntos cada cual perdido o salvado en su camino. Libertades unánimes y esencialmente solitarias, eso es lo bello de la aventura. El Nadaísmo no era el fin, sino el medio de realizar cada uno su infierno o su paraíso a la medida de sus sueños, de sus furias, para gustar su sombra bajo el sol y beberse su sed.
En mi caso, hice de él mi trinchera, mi fortaleza, no para conquistar la gloria ni el poder, sino para no dejarme conquistar de la Muerte, la hambrienta zorra de los desiertos de Dios.
En un sentido esencial de mi verdadera vocación, he buscado en el arte el Olvido Salvador, o sea, el ocio de los sueños creadores y la rebelión del espíritu. El Nadaísmo significó todo eso: gota amarga de mi cáliz, sobrado de pan que nunca sobra, arma poderosa de mis fuerzas desarmadas, olivo de fe en la aventura humana.
Maravillosa aventura la Tierra cuando se ama y se odia con pasión creadora, religiosa. La belleza convierte el exilio en reino, y el sabor oscuro de la manzana del conocimiento en alegría de vivir. No usurpé nada a nadie, sólo defendí estos dones para nosotros, y para muchos, aunque sé que nos sobra todo lo que nos falta.
* * *
No vivir atado a la cruz irredimible del Nadaísmo, ni crucificado como Héroe o Mártir, ni colgado irrisoriamente del Mito, muerto de risa.
La cruz que no promete redención, es fatalidad.
Y ser nadaísta es también negar el Nadaísmo si ya no sirve a los poderes de la vida y el arte

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Un seductor diario


Un seductor diario


A veces soy feliz, especialmente cuando amo. Dejo que la vida me pase por los ojos y me dejo existir con una pasividad que no hace resistencia al temor ni a la idea de morir. El espíritu de inquietud cede sus furores al silencio, y una especie de bruma adormece las impaciencias del alma.
Pero el amor, aunque es mi sentimiento más creativo, no puede ser nunca la imagen de un amor feliz. Tiene que ser, necesariamente, un sentimiento de turbación, de ruptura. Tenerlo a distancia para conquistarlo, en esa lucha radica su belleza. Poseer plenamente un ser es destruirlo. Así, un sol deslumbrante destruye la luz, sofoca la mirada y arruina el esplendor de los objetos. La posesión es mortal al deseo, le roba su encanto, su misterio, ese misterio que es la esencia del amor, su arma más seductora. Por eso, la mujer que oculta su identidad en un antifaz, es excitante hasta la locura: estimula nuestra pasión de posesión, nuestra pasión creadora. Su ocultamiento se abre como un desafío a nuestra sed de conquista.
La mujer, al entregar su amor, debe conservar para sí una zona inédita, de penumbra, ésa que el hombre descubrirá después de la posesión, que casi siempre deja en el espíritu un sentimiento de rendición y nostalgia.
Si en ese proceso de la conquista esa zona se ilumina con la plenitud, los amantes deben renovarla, crearle al cielo de la pasión una nueva estrella y una nueva distancia. Y así, el proceso creador del amor se hará infinito, y el sexo dejará de ser un reclamo transitorio del instinto, para convertirse en un poema de vida y atormentada belleza que sellará su duración, salvándose de las amenazas de la rutina y el tedio.
No proclamo la astucia y la traición que son armas fraudulentas del amor pueril. Quiero excitar a la mujer a una rebelión de su naturaleza para que se sacuda los complejos seculares de la burda dominación que la tienen sometida a un destino miserable de objeto erótico y justificador del egoísmo viril. Esta liberación será posible cuando la mujer decida romper las antiguas estructuras que no le permiten más alternativa que una fatalidad procreadora, y cuando abandone el coqueto narcisismo del eterno femenino, por cuya imbecilidad ha pagado un precio demasiado caro. Entonces sí será un ser humano, un espíritu creador de valores cuyo porvenir no sólo es el hombre, sino la Historia.
Todos amamos alguna vez, y fracasamos un poco. La experiencia, unida a la reflexión sobre los sentimientos, nos enseña a conocer la naturaleza del alma, que es compleja como el misterio del mundo.
El amor tiene dos enemigos mortales: la felicidad total y la desdicha total. Ambos, si se erigen en sistemas eternos de vida emocional, acabarán por destruirlo. Lo ideal sería una verdad de amor cuyo equilibrio radicara en un poco de certeza y un poco de duda; de posesión y de lejanía; de plenitud y ansiedad; de ilusión y nostalgia. En la síntesis de estos opuestos el amor encontrará su centro de gravedad, su energía y sus fuentes de duración.
—¿Por qué nunca dices que me amas?
—¿Para qué? Adivínalo. Si te lo estuviera recordando a toda hora te aburriría y dejarías de amarme.
Tenía razón. Con su silencio ponía en movimiento mi fantasía, me excitaba a una lucha con sus fantasmas interiores, me ponía a dudar, a padecer los terrores de la esperanza, o las dulzuras de la desesperación.
El único porvenir del amor es el presente, y merecerlo cada día. Pues el amor tiene la duración de las cosas efímeras: del día, de la ola, del beso. Su “eternidad” depende de ese movimiento continuo para que una ola forme a la siguiente, y el beso induzca de nuevo al deseo. Con este ritmo incesante el amor puede ganarse como una victoria para cada día, que es mejor que para toda la “eternidad”.
Esa es, en esencia, la naturaleza y el destino del amor: lo que nace, vive, languidece, muere, y constantemente resucita. Y su resurrección dependerá del milagro que no es otra cosa que la Poesía. Pero esta poesía no son versos, ni se refiere a idealismos despojados de carne. Esa Poesía es Vida, está hecha del cuerpo de los amantes, sus deseos, sus silencios, y de cada átomo de energía viviente.
El amor, esa efusión, no es un divorcio del cuerpo y del espíritu, sino sus bodas. No existe el amor carnal ni el amor ideal. Tales prejuicios son aberraciones de la moral. El auténtico amor, el puro amor, es la apoteosis de cuerpo y alma en la unidad viviente de dos seres triunfando sobre la muerte.
Digamos en su honor que el amor es un misterio, y que su única evidencia es que existe. Pues sin duda existe y aclara otros misterios con su poder revelador. A veces, en noches de desamparo y amargo ateísmo, en brazos de una mujer, he descubierto el rostro de Dios. Por eso para mí es sagrado, porque colma en mi alma los abismos de lo divino, la necesidad de un ideal que dé sentido a la vida y haga florecer la tierra. Pues Dios es todo lo viviente, sobre todo una mujer amada, excepto cuando carga el amor de cadenas, de servidumbres, para hacer de la vida un infierno.
Esos pensamientos que imprimo sobre el amor son la respuesta a una pregunta furtiva de una mujer burguesa. Ella quería saber si el amor era para mí algo espiritual o material. Yo le dije con sumo respeto:
—Señora, son las dos cosas, pero en la cama.
Como era célibe y puritana se escandalizó. Pero yo no tengo la culpa de que el rostro de la verdad sea, como en el amor, un rostro desnudo. Mejor dicho, dos rostros desnudos.
GONZALO ARANGO

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Paraíso en la mente


Paraíso en la mente
Si llevas el paraíso en la mente,
lo verás en la gente, los pájaros, las fuentes,
los árboles y las piedras del camino.
¡Fraternidad viviente!
Todo revestido de un nuevo esplendor,
como tocado por la Luz Divina.
Todo como recién salido de los crisoles
misteriosos de la Creación.
Todo existiendo en armonía de fidelidad al SER.
El Génesis en perpetua gestación perfecta:
lo pasado, lo presente, y el después.
Visión profética en el ancestro de nuestra
condición edénica.

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Adangelios


Adangelios
El Hombre Nuevo no nace desde afuera,
                                sino desde adentro.
El camino de la verdad se enseña
                                siendo uno mismo la verdad.
No hay otro método.
                                Lo mismo con la libertad.
Es que es esclavo de una ideología
                                no puede liberar;
a lo sumo cautivar adeptos, reclutar,
convertir hombres en masa mística o guerrera;
                                sansonismo dominador.
El hombre nuevo no surge por decreto de Estado.
Tiene que nacer de cada uno. ¿Cómo?
Haciendo sacrificios del ego,
                                matando al hombre viejo
                                         que impide el renacimiento.
Recuerden: sin muerte no hay resurrección.
El hombre nuevo que se pretende engendrar desde el Estado
                                es un aborto, pedúnculo de poder.
César sólo puede engendrar cesaritos.
Cristo es la UNICA ESPERANZA del hombre Nuevo.
Porque El es el Camino, la Verdad y la Vida.

gonzalo arango

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No matar


No matar
La realidad del universo
es el misterio.
Lo que existe es necesario.
No mates ningún ser
ni inocente ni monstruo;
todo animal eres tú mismo
en evolución de ser.

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Terrible 13 Manifiesto Nadaísta


Terrible 13 Manifiesto Nadaísta

Desde nuestra aparición nadaísta en el infierno de la sociedad colombiana, ha crecido una rosada ola de maldad en los espíritus. Una oscuridad terrible se cierne sobre nuestros corazones que encarnan el peligro de un nuevo amor hacia la historia.
A temprana edad conocimos el gusto de la grandeza y de la fama, y sin pedirle permiso a los oráculos nos erigimos en los profetas del mal y de la destrucción.
Hemos gozado de la admiración frenética de la juventud, que ve en nosotros la encarnación de un oscuro heroísmo.
Hemos desertado nuestros amores, credos, fanatismos, esperanzas, recuerdos y felicidades, no por otros idealismos, sino a cambio de nada, o por una oceánica indiferencia.
Consideramos que era ya demasiado tarde para luchar, triunfar, pensar, amar, trascender y ser formales como seminaristas, porque vivimos tiempos de terror y muerte, y las estrellas del cielo han sido sustituidas por temibles signos anunciadores de guerras atómicas y aniquilaciones terrestres.
Nos convencimos que la vida era breve y que no había tiempo sino de vivir y no complicarnos con las causas de los humanistas y los redentores.
Entonces legitimamos una vez más el sentimiento de que era el hombre la pasión y el centro del universo, y consagramos nuestra vida a rendirnos una adoración limitante con la idolatría.
A partir de esta reivindicación de nuestras prodigiosas desilusiones, hemos emborrachado nuestros cuerpos hasta la locura...
hemos crucificado nuestros sexos en las caderas de lolitas y proxenetas...
hemos viajado en alguna dirección huyendo de nosotros mismos, sin rumbo, sin destino, porque el hombre no tiene sino sus dos pies, sus zapatos rotos, y un camino que no conduce a ninguna parte...
hemos ido a reposar en los pinares nocturnos fuera de la ciudad agobiados por la angustia, la soledad y el aburrimiento...
hemos hecho fogatas en la oscuridad, y asado en las brasas un recuerdo de amor, o un pedazo de ternera...
nos hemos amado sin pasión bajo el fuego trepidante de las locomotoras, porque lo que verdaderamente amábamos no era digno de nosotros...
nos hemos desvestido bajo el foco de bujías glaciales de luz y mirado nuestro sexo como un gusanito triste...
nos masturbamos con sadismo y brutalidad y a ese acto solitario consagramos un amor puro y esquizofrénico...
hemos dormido en nuestros cuartos tristes como en las oscuridades del topo, sin importarnos que el mundo sigue girando movido por un misterioso mecanismo...
hemos bailado danzas locas con negras sudorosas bajo el resplandor de las antorchas en la selva, o bajo biliosas bujías de prostíbulo...
hemos alabado a los pederastas que se besan a la luz del sol desafiando los sexos y el rubor de los policías que guardan la moral pública...
hemos hecho conspiraciones con el hampa para que realicen impunemente sus violaciones, sus incendios, sus genocidios, sus profanaciones, sus asesinatos y sus hurtos...
hemos convidado a los garitos a nuestras amistades reputadas para que los desplumen los tahúres con barajas marcadas, y luego hemos repartido las ganancias...
hemos destruido los lamparios del templo en la oscuridad límite del alba para esquivar la mirada iracunda de los dioses dormidos...
hemos robado en el comercio lo que necesitaba el apetito y apedreamos las vitrinas inaccesibles a nuestro deseo...
hemos asaltado en la noche a un transeúnte para conocer el rostro del miedo y luego lo pusimos en libertad. Nos hemos burlado de su miedo y del orín que destilaba por el pantalón ante la amenaza metafísica de nuestros puñales niquelados cortantes como chispas de hielo...
hemos blasfemado en el silencio para que retumbe la voz en los nidos de los rascacielos y golpee con furia las ventanas de las habitaciones donde se reza o se copula...
hemos escarbado los basureros como gatos famélicos en busca de la suciedad humana y nos ha parecido que el hombre es el animal más puerco de la zoología...
hemos fumado colillas de cigarrillos en los escupideros de los teatros, prefiriendo los de boquilla y los nimbados de colorete...
hemos hecho mixturas de sustancias viscosas y hemos transubstanciado el alcohol en una loca explosión de vértigos...
hemos bebido tragos acerados que quemarían los cinco estómagos de la vaca, y derretirían las entrañas poderosas del buitre...
hemos alucinado el espíritu con drogas y mescalinas para que sucumba la razón y flote el subconsciente tenebroso legendariamente oprimido...
hemos engañado a las amantes con votos de fidelidad, pero las traicionamos con rameras que nos aseguran bajo juramento de honor las cruces de la sífilis, y una maravillosa colección de blenorragias. En sus lechos podridos gozamos del amor impuro y de las enfermedades...
nos hemos cansado de amar en lechos católicos y en lechos mercenarios, y en el colmo del hastío ensayamos el odio y la indiferencia sádica hacia los sexos.
hemos elegido en cambio las vulvas de las ranas o el sexo hiriente de las lechuzas por parecernos de sexualidad más idealista...
hemos prometido la desesperación y la muerte, porque la felicidad y la vida son heredad común de los idiotas y de los cocheros...
creemos enormemente en la santidad del crimen y hemos crucificado en altares de sangre a nuestras vírgenes para que regresen Atila, Nerón, Eróstrato, Judas y todos los asesinos de la historia...
hemos deseado instaurar un gobierno que sea superior en crueldad a todas las tiranías criminales...
hemos deseado que sucumban los débiles, los justos, los desheredados, los puros de corazón y los imbéciles...
hemos añorado en calidad de hombres libres el retorno implacable de la inquisición, de las persecuciones y de las pestes mortíferas que han azotado a la humanidad para que el espíritu sea ungido por la sangre y el sufrimiento...
nos hemos orinado en los asfaltos calientes para ver ascender el humo en forma de plegaria hasta cielos de creencias contradictorias...
dejamos de creer en los dioses vencidos por la máquina para revertir nuestro ateísmo militante en la adoración de las locomotoras y los cohetes de velocidades supersónicas y ultraluminosas...
hemos comulgado, orado sin fe, profanado y blasfemado para desafiar la indignación de los dioses y para que lo divino penetre nuestra carne miserable así sea a través del rayo o del remordimiento...
hemos padecido la miseria con un odio a muerte por el Capital, pero no trabajamos porque el trabajo es atentatorio contra la poesía y contra la dignidad humana...
hemos comido migajas de pan negro y bebido aguas sucias en las alcantarillas para defender el ocio contra el trabajo y la inutilidad de toda acción. Pero también nos hemos hartado de menúes europeos en los “night clubs” con el producto de nuestras actividades anormales...
nos hemos bebido, comido, fumado y acostada a la burguesía que ve en nosotros la continuación de los valores aristocráticos, pero nos burlamos de su admiración y de paso nos vomitamos en sus floreros y en la bóveda azul de sus retretes...
hemos abdicado los últimos gramos de amor a cambio de una nota de jazz que reviente en nuestros oídos como la trompeta del juicio final...
hemos identificado las profecías del apocalipsis con la guerra atómica, y nos lamentamos con la cobardía de nuestros jefes de Estado que no se deciden a matarnos...
somos partidarios de las guerras termonucleares y de las armas radioactivas, y estamos políticamente de parte de la potencia que quiera destruirnos y estallarnos como una bomba de jabón en un día pálido de la primavera...
hemos dudado de toda fe, de toda verdad revelada y heredada, no creemos en nada, ni siquiera en nosotros, pero hemos ratificado la bondad de nuestros instintos insaciables, y la confusión maravillosa de la esperanza...
hemos conservado la sangre fría ante las desgracias innumerables de nuestro tiempo...
hemos predicado la necesidad del suicidio y regalamos la receta de nuestros venenos letales. Festejamos la muerte de esas víctimas que sucumben ante la evidencia de nuestras predicaciones malignas, y nos regocijamos porque no despertarán nunca más en la eternidad...
hemos hecho el amor en sitios prohibidos para prolongar el espasmo y los sacudimientos ante el peligro, y nos han encarcelado por aplicar la estética en el erotismo. Porque nos hemos amado bajo los vientres chispeantes de las locomotoras, en los confesionarios, las tumbas putrefactas, los sanitarios públicos, los ascensores, las terrazas celestes, los anfiteatros con los muertos, y bajo los semáforos que iluminan nuestros cuerpos semidesnudos en la semioscuridad acechada por los serenos y las sirenas de los altos hornos industriales...
hemos destruido ídolos de barro y plomo por el solo placer de destruir y renegar de las tradiciones, de los santos de los héroes...
hemos hecho una literatura alucinada convocando las inmundicias, las libertades, las dudas, los furores y las iniquidades, y nos hemos escandalizado con el poder de nuestro genio negativo...
Somos de una raza nueva que santifica el placer y los instintos, y libra al hombre de los opios de la razón y de los idealismos trascendentes...
Todo lo que tenemos para ofrecerle a la juventud es la locura, pues es necesario enloquecernos antes de que llegue la guerra atómica. El hombre será aniquilado por el hombre. La humanidad borrará en un segundo la historia infame que escribió en un millón de años. Nosotros nos apresuramos a saludar regocijados su desaparición, y nos vomitamos jubilosamente en su inútil historia de miles de siglos. Estamos asqueados, y nos negamos a sobrevivir en esa ilustre inmundicia...
El sol nace siempre según su eterna costumbre sobre la cima de las cordilleras, pero nunca lo vemos porque nos levantamos cuando estalla con los últimos arreboles de alba eléctrica de la nueva noche.
Estamos aterrados de nuestra maldad y solicitamos al Estado que abra para nosotros los manicomios, los presidios y los reformatorios, porque somos geniales, locos y peligrosos, y no encontramos otros sitios más decentes para vivir en la sociedad contemporánea.
Todavía ustedes los moralistas, los racionalistas y los estetas se estarán preguntando: “Y más allá del horizonte de la locura ¿cuál es realmente el fin del nadaísmo?” Y nosotros diremos: “El Nadaísmo no tiene fin, pues si tuviera fin ya se habría terminado. Nosotros nos contentamos con progresar devotamente hacia la locura y el suicidio. Hacemos el mal, porque el bien no sienta a nuestro heroísmo”.

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Muerte no seas mujer


Muerte no seas mujer

Estás dormida a dos metros de mí.
En lugar de escribir me pongo a mirarte.
¡No hay nada que decir!
El silencio de una rosa en la noche da más testimonio de Dios que la teología, y tal vez tenga el secreto que la belleza de la palabra no puede nombrar.
Entonces me callo y te contemplo porque toda sabiduría es callada, y el éxtasis es superior al conocimiento. Y a lo mejor es verdad que la vida no es sino un cuento narrado por un idiota, como dijo Shakespeare.
Dudo ahora que exista una belleza superior a verte ahí, como una tentación, con los ojos cerrados, olvidando el mundo y olvidada de él, siendo yo el único ser y tu único testigo ante la vida y el tiempo.
Tu sueño te aleja de mí, pero yo te poseo más plenamente. No estás en mis brazos, pero tampoco estás en el tiempo, y es en ese rincón de la eternidad donde me reúno contigo, en una esencia tan total que nada puede separarnos: ni la pasión, ni los días, ni el recuerdo, ni el nocturno canto del búho, ni el horrible despertador de las 5 de la mañana.
Aunque quise despertarte para sentir la voluptuosidad de tus besos, de tus uñas que me confunden con una guitarra, ese placer insólito de ver animarse por el ardor de tu cuerpo toda mi materia espiritual adormecida por el razonamiento, elegí tu respiración inocente que te unía más a mí que las palabras, tus viles palabras que nos hablan del paso a la vida, y de que todo tiene un comienzo y un fin.
Entonces te abandoné para que al menos en tu corto sueño nunca te separes de mí, y así poder disfrutar por un momento esa imagen imposible y anhelada del amor eterno.
Te miro y me lleno de piedad porque vas a morir, y no soy Dios para impedirlo.
Enciendo un cigarrillo y medito si hay justificación de vivir. Estás viva, es la única razón, y si mi amor tiene una esencia se reduce al deseo de hacerte inmortal , y a la desesperación de este deseo.
¡Qué silencio tan puro!
Te quiero recordar, mientras duermes, que no olvides este mundo. Mas allá de tu sueño está la noche con sus pilas de estrellas, algunos grillos que cantan y el canto turbador del búho.
A veces me gusta imaginar este búho como un espíritu santo que baja del cielo a no dejar hundir el universo en las tinieblas, y a sostener con su canto la presencia infinita de la vida, mientras los hombres duermen, olvidan o se cansan de vivir.
Nada más que la noche, amor mío, y yo en ella, infinitamente grande para mí, tan espléndida para bendecirla o cantar yo solo su fastuosa belleza, el viento encima y la tierra debajo y la oscuridad en todas partes. La relativa luz de las estrellas agregando otro enigma a su insondable misterio, los soles negros y el canto de la rana en la piedra del lago con sus ojazos desmesuradamente abiertos al terror.
De pronto tengo la sensación angustiosa de que estoy perdido entre estas presencias fantásticas, los vastos territorios del cielo, el negro silencio nocturno, la rara melodía del grillo, el ganso en su aullido, el solemne reposo de todo lo viviente… Y miedo de mi vida algo fugitiva entre estas cosas menos importantes que yo, pero más imperecederas.
Entonces todo me parece absurdo, efímero, acosado por la muerte, y corro a despertarme para gozar en ti el minuto de vida que me queda, sentir el roce de tu piel, bañarte con el sudor del verano, sofocar el silencio y la quietud, y decirte que toda la ilusión de mañana es este instante en tus brazos a la orilla de la dicha.
Si ahora desaparecieras todo quedaría vacío. Con tu sueño las cosas de nuestro alrededor se han sumido en la indiferencia, pero no han muerto . Solamente se callaron para no despertarte.
Yo también temo deslizar esta pluma sobre el papel para escribir que te amo. Pero, ¿qué necesidad de decirlo si toda la alegría y la paz del mundo me vienen de tu sueño? Y como todo lo has olvidado, también a mí que muero en tu sueño, me dejas en la más pura libertad de amarte, con una libertad tan absoluta y sin peligro que no pueden distraer tu pensamiento, ni los deleites animales, ni el pito del tren, ni el brillo de la luna, ni el dolor del mundo, ni mucho menos el poderoso y ardiente amor que te crucificó en la adolescencia.
Te quiero así, en esta soledad de los dos, unidos por el deseo y el miedo, presos en esta dulce sensación de eternidad, en la que sueñas y olvidas, y apenas te queda memoria para lo que no debe morir.
Y prefiero tu olvido absoluto porque el recuerdo quiere decir que permites al tiempo abrir tumbas en nuestro amor.
Quédate donde estás, en el puro equilibrio de la noche y el día, en la nada de tu sueño feliz que es la otra cara del cielo, ese cielo invisible a todos, menos a mí.
Ese cielo, en fin, ombligo o taberna para la embriaguez de los dioses que fueron condenados a la desesperación, cruz de tu carne donde me purifico, me santifico, me emborracho de amor para alcanzar el exilio de la pobre mente humana, y donde al perderme me salvo por una rara sensación de locura divina.
No tengo otro argumento para despertarte, amor mío, y no sé si debo separarte de esta nueva dimensión de tu amor en que eres mía más allá de la muerte.

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Yo recojo mi cadáver


Yo recojo mi cadáver

Se llamaba Gonzalo como yo. Ese tipo no meditaba en nada, simplemente estaba de pie hacía dos horas, sin esperar nada, bajo un sol quemante, lo cual no impedía que llevara encima su viejo sobretodo raído, recuerdo de su vida militar.
Los automóviles lo rozaban al pasar, pero él los miraba con un mortal desprecio. Parecía más bien que no le concernían la velocidad de los automóviles y sus peligros.
Su mirada cargada de una misteriosa fuerza de penetración parecía detenerse en algo absoluto. Las mujeres decían que era una mirada bella y desolada.
Cuando la calle quedó desierta debido a la pausa del medio día, el tipo eligió su momento de morir. Esperó con paciencia un camión que se acercaba a velocidades insólitas, y a su paso se arrojó brutalmente bajo las ruedas.
El conductor no pudo evitarlo, aunque el cuerpo quedó tendido a lo largo estropeando la vía. Los escasos transeúntes se acercaron atraídos por el freno intempestivo y el olor acre del caucho quemado. Pusieron unos ojos aterrados, pero ninguno sintió asco ni piedad: ese era un cadáver diferente.
El chofer protestaba desde su cabina alegando su inocencia y se justificaba nerviosamente ante los transeúntes, cuya solidaridad invocaba apasionadamente en su favor ante la justicia.
—Fue un suicidio—dijeron algunos testigos confirmando la inocencia del conductor—. Estamos dispuestos a declararlo ante cualquier autoridad.
—Con esa cara de loco no podía sino matarse.
Todos estaban de acuerdo en esto, inclusive el policía que en ese momento anotaba las declaraciones imparciales de los peatones a favor del conductor.
Lo injusto era ese trámite legalista entre el policía, el hipotético ajusticiado y los testigos, y el completo olvido del muerto con moscas zumbando sobre sus ojos aterradoramente abiertos, con su pobre existencia arrollada, cuya vida parecía no haber tenido más sentido a la de justificar momentáneamente la inocencia del conductor. Era ya tan evidente ante las benignas declaraciones, tan exagerada su tranquilidad, que parecía estar satisfecho de la muerte del tipo, muerte que no le interesaba en absoluto, y cuyo carácter irremediable dejaba su conciencia inmaculada de culpa. Por otra parte, no valía la pena detenerse en estas consideraciones, pues ya lo tenía bien olvidado.
El alivio del conductor fue reforzado por el dictamen del policía que revisó sus papeles encontrándolos perfectamente en orden y dentro de la ley, sin ninguna infracción anterior, lo que dejaba en claro su indiscutible pericia profesional. Por lo cual el agente se sintió en la obligación moral de presentarle efusivas y cordiales felicitaciones a nombre de la incorruptible institución transitoria que representaba, símbolo de eficiencia y seguridad para los indefensos ciudadanos que transitaban a diario las miles de calles y avenidas de la ciudad. Estas oportunas felicitaciones constituían una prueba redundante en beneficio del conductor, a la vez que un severo reproche a la acción temeraria del suicida.
2
Cuando todo parecía indicar que las causas del accidente quedaban legalmente establecidas e inmodificables, el tipo que seguía allí olvidado y aplastado bajo las ruedas del inmenso camión, empezó a levantarse del pavimento, despegando su cuerpo con dificultad, recuperando los jirones del sobretodo adheridos al suelo lleno de polvo.
Ante la dificultad que esto le causaba, pues se debatía con el peso abrumador de las llantas, el conductor tuvo que movilizarse en su ayuda para reversar el inmenso camión y dejar libre uno de los jirones apresados bajo la rueda delantera. Finalmente el tipo quedo fuera de la opresión y pudo levantarse. Los transeúntes ante el nuevo rumbo de los acontecimientos se retiraron asombrados, sin comprender si se trataba de un sueño alucinante o de un milagro. El tipo los miro como si no hubiera pasado nada, y ellos pudieron comprobar al frotarse los ojos que el cuerpo completamente triturado no dejaba ni una huella de sangre.
Su asombro aumentó cuando comprobaron que había perdido su consistencia corporal, esa forma sólida de los músculos. Sólo le quedaba una figura abstracta compuesta de líneas ideales, totalmente contraria a los volúmenes anatómicos
En presencia de algo tan conmovedor, increíble y monstruoso, los transeúntes se alejaron y se detuvieron más allá del accidente. Solamente permanecieron los tres hombres más importantes en el asunto: el policía, el conductor y el muerto. Los demás temieron las posibles recriminaciones del suicida por haber condenado su conducta ante el agente de la ley, y por defender en forma casi voluptuosa la inocencia del conductor.
El policía y el chofer se miraban sin atreverse a juzgar la actitud del suicida, y este los miraba sin reproche, confirmando en esa mirada llena de ingenua dulzura que allí no había pasado nada, que todo era casi bueno y normal en la ciudad, y que el hecho extraño pero irrefutable de que él estuviera allí de pie frente a ellos, significaba que el futuro expediente era innecesario, pues no existían elementos de juicio para entablar ningún negocio penal en contra del chofer, ni siquiera en su propia contra, y a lo sumo sólo habría que lamentar el posible ascenso o la medalla que el agente se habría ganado por sus inalienables servicios a la seguridad publica, pero eso podría esperar otra ocasión.
Ciertamente él podría defenderse, pero en vista de que la tal tragedia no daba margen para una estricta acusación en su contra, todo podía darse por terminado y considerarse un inocente malentendido sin implicaciones trágicas para nadie.
Aunque estas sensatas consideraciones no fueron expresadas, el conductor visiblemente confundido por el silencio cómplice del policía se montó nuevamente en la cabina y encendió los motores, alejándose a una velocidad supersónica todavía mayor a la de antes del accidente, desapareciendo como un rayo en las perspectivas ilimites de la ciudad.
El agente por su parte creyó que estaba ante hecho de una atroz infracción a las leyes del transito que defendía tan fervorosamente a nombre de la entidad que había jurado defender y hacer respetar, se trepo sobre la motocicleta y partió en dirección del camión, iniciándose una persecución implacable que terminaría en algún sitio lejano de la ciudad, dándole captura al conductor, reconviniéndole por el exceso de velocidad y multándole severamente con la suma de dinero que estipula la ley a este respecto.
La fuga veloz de los aparatos cubrió con nubes de polvo el sobretodo polvoriento del tipo que seguía limpiándose con pulcritud los jirones destrozados que cubrían su incorpórea figura. Cuando ya se había quitado montones de polvo, el tipo caminó en la misma dirección en que venía el camión en el momento de arrollarlo. Sus pasos lentos y difíciles eran seguidos por las miradas incrédulas de los transeúntes apostados detrás de los árboles, en los ángulos de las esquinas y tras los alféizares de las ventanas. Las mismas miradas de extrañeza ponían los nuevos transeúntes que encontraba en su camino.
Al tipo le disgustaba ser objeto de tan inmensa curiosidad, y deseaba en los mas profundo de su ser evadirse de la admiración. En ese instante de desesperación impotente, si le hubiera sido posible volar, se habría elevado por encima de los tejados y los rascacielos para desaparecer en los confines del espacio, como un ángel nervioso, y no ser objeto risible de la mortificante curiosidad humana. Pero esto era imposible debido al peso exagerado de su sobretodo que gravitaba sobre el piso, impidiendo su deseo de elevación.
Lo único que le estaba permitido era apresurar el paso para alcanzar la próxima esquina y desaparecer. Pero su inconsolable amargura radicaba en que su ineludible figura lineal seguiría llamando la atención mientras permaneciera en las calles de la ciudad.
Entonces, mirándose asediado por todas partes como un bandido, intento entrarse al oscuro Bar Bemoca en donde otras veces buscaba refugio a sus evasiones. Pero cuando pisó el umbral, la hermosa mujer llamada Leonor a quien le había dedicado secretos sueños de amor, lo miró con tal asombro como si se dispusiera a preguntarle los motivos de su extraña desfiguración.
Para evitarse estas explicaciones inexplicables prefirió seguir en medio de la colectiva admiración, rodeado de un impenetrable enigma, mientras se hundía en los extensos pliegues de su abrigo.
En este momento de angustia pensó que sólo una mujer podía salvarlo y prestarle su maravillosa consistencia corpórea, lo cual haría menos llamativa su inconsistencia lineal. Y si él la encontrara, la curiosidad de la gente recaería sobre ella, a causa de su belleza y de su loco rostro amargo. Él quedaría anonadado y casi invisible, perdido y completamente salvado de la persecución de que era objeto.
Si la encontrara se irían juntos por las calles, hacia los parques solitarios, o los recodos de callejuelas, donde nadie notaría su monstruosa presencia, la humillación de ser diferente, de ser otro. Pero ella no aparecía por ninguna parte, tal vez no estaría en la ciudad, tal vez ya no existiría en el mundo, y con ella se perdía su ultima y salvadora posibilidad. Expuesto a sus pobres recursos se estaba resignando a su suerte, a su desgracia, y se hundía lastimosamente en su derelicción impotente.
Cuando todo parecía desesperado, la mujer irrumpió por la próxima esquina, y al verla sintió una alegría terrible que no cabía en la lineal estructura de su ser, pero que de todos modos lo invadía y lo llenaba, colmándolo de nueva fe en la vida y el mundo, y aún más, en los mismos hombres que ahora se burlaban o lo ofendían con su mirada. Por el simple hecho de verla se reconciliaba con ellos y perdonaba sus ofensas.
La mujer tomó la dirección de la calle, la misma acera, en tal forma que era imposible no verlo y acudir en su salvación. El tipo se detuvo a esperarla, haciéndole comprender que la necesitaba, y que él estaba sin fuerzas para salir a su encuentro.
El tipo quiso hablarle cuando ella se había aproximado lo suficiente como para extenderle la mano, pero ella, encontrándolo como un estorbo en su camino, se hizo a un lado, indiferente, vacilando primero en bajarse de la acera, y decidiendo finalmente el lado del muro.
En este acto que muchos juzgaron como un desprecio no había nada de maldad. Por el contrario, era la comprobación de una ternura impotente y sin objeto, frente a la viril y trágica determinación irrevocable y definitiva del tipo. En ultimo termino, la indiferencia de la mujer sólo podría considerarse como un reproche piadoso, pero esto también era una prueba más a favor de su gran vocación amorosa.
Sin embargo, el tipo no pudo creer que la mujer pasara a su lado sin determinarlo, sin auxiliarlo, y pensó lleno de consolación y optimismo que posiblemente la mujer no lo había visto, y que lo más probable era que no lo había visto por pasar en ese momento completamente abstraída dedicándole todos sus pensamientos. Y en ultima instancia pensó: “No me mira porque yo siempre pienso en mí mismo y no en ella, lo cual siempre me criticó como un egoísmo infame. Y si es por eso, eligió un mal momento para vengarse”.
Como esta consideración le pareció injusta y cruel, decidió llamarla con todas sus fuerzas, y su voz tuvo esta vez un timbre desolado entre el grito y la plegaria. La calle se llenó de: ¡Silvia! Pero ella siguió su camino sin inmutarse, sin volver la mirada, como si el grito no fuera dirigido a ella, o mejor, como si ella no se llamara Silvia.
El eco del nombre de la mujer fue seguido por las alegres risotadas de los transeúntes que se burlaban de la paradoja cómica de gritar careciendo físicamente de boca. Pero él insistió en su fe en ella y la llamó por segunda vez. Pero ella continuó lejana y completamente insensible al grito desesperado del tipo, lo que tampoco le causaba asombro ni motivo de risa. Su posible indiferencia radicaba en que ella había elegido ya un destino, y hacia él se dirigía con pasos sólidos, envidiables y definitivos.
Sin más fuerzas para sostenerse, sin fuerzas para retroceder en busca de la mujer, sin fuerzas para continuar, desesperado de ella y de sí mismo, el tipo se desplomó sobre el pavimento en un ruido sordo y lastimoso.
Todos los que presenciaron la escena enmudecieron, cesaron en sus risas y palidecieron de terror. La mujer que el tipo había llamado Silvia se detuvo por el golpe seco del cuerpo contra el pavimento.
La mujer se acercó y miró los despojos sangrantes de ese cuerpo que había recuperado su consistencia y solidez, los músculos arrollados por el inmenso camión. Esta vez el tipo yacía inmóvil cubierto de sangre y polvo, desgarrado su cuerpo y con la mirada nublosa y detenida. Las moscas del verano volvieron a posarse sobre sus ojos.
Cuando todos se habían aglomerado en torno del cadáver, yo aparecí por una de las esquinas adyacentes, y sentí curiosidad de lo que supuse era una desgracia. Pregunto lo que ha pasado, pero nadie contesta. Escruto alguna cara conocida pero todos los rostros parecen extraños y hostiles. Hay una inmensa infelicidad en el ambiente. Diviso entre el grupo de hombres la única mujer, se inclina sobre lo que hay tendido en el pavimento...
Aunque me cuesta dificultad creerlo, descubro allí mi cadáver destrozado en medio de una charca de sangre. Desconcertado por la sorpresa de verme en esta situación trato de justificarme, decir algo piadoso y consolador sobre mí, pero un extraño declara: “Con esa cara de loco no podía sino matarse”.
Esta declaración me parece fría y de una cruel objetividad, y de hecho niega mis posibilidades de defenderme. Me siento desfallecer por la debilidad y ausencia de armas para seguir luchando. Todos los rostros a mi lado son negativos y desapacibles, hasta sugieren rencor. Sólo la mujer parece enternecida, hay algo de dolor en su rostro. Trato de incitarla a la piedad, a que me diga una frase afectuosa, pero parece tenebrosamente turbada por la desgracia.
Aunque no la conozco ni la había visto nunca en mi vida, pienso que estará turbada por otras razones ajenas a la muerte del tipo, muerte que sólo a mí me concierne.
La gente se dispersa asqueada por los despojos triturados del muerto, y ese sol que pronto lo pudrirá. La mujer y yo quedamos junto al cadáver abandonado.
—Haga algo por él, usted que puede —dice con una voz trémula.
Esa voz me conmueve por la cantidad de amor y de dolor, como de nostalgias y de esperanzas rotas.
—Soy el único que puede hacer algo por él —digo. Y agrego: —Yo traté de ayudarlo, pero fracasé.
La mujer se aleja. En sus pasos descubro el cansancio y el peso de una desesperación superior a sus fuerzas, pero no puedo ayudarla.
Sin más esperanzas, yo recojo mi cadáver y me marcho con él.

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“Mi destino estaba en ser hombre y me elegí escritor”


“Mi destino estaba en ser hombre y me elegí escritor”

Querido viejo (1) :
Me llegó una carta tuya. Me alegro de que me trates como un amigo y no como un evangelista. Los hombres como yo necesitamos eso. Nos conmueve más la caricia dulce llena de piedad que la dureza de palabras frías y severas. Esa fue la razón para que, al leerla, me sintiera triste, lleno de remordimientos. ¿Remordimientos de qué? Tal vez de no poder ser lo que tú quisieras de mí. En el fondo, no tengo de qué arrepentirme. No me puedo revelar contra lo que soy. Cada quien es la pequeña porción de destino con que nace. Ese destino hay que llevarlo hasta la muerte como una gran cruz. Lo demás es soberbia.
Yo elegí mi vida porque a mí me corresponde vivirla. Si no seguí estudios de derecho (2), fue por comprender que era una tribuna pequeña para dar mi testimonio de hombre. Mi destino estaba en ser hombre y me elegí escritor. No sé si ahora puedes comprenderme o justificarme. Nadie puede juzgarnos culpables por haber desviado el camino. Tú dices que el camino es Dios. Yo desvié mi camino para llegar hasta EL, según la capacidad de mis pasos y de mis fuerzas. Nací en una época en que lo más sagrado para ti es hoy pisoteado y arrastrado. Al hombre lo fusilan contra los muros; el amor, el bien y la libertad están manchados de sangre. El hombre ha olvidado a Dios, que es el amor y el mundo. Rueda locamente al abismo. A mí me ha tocado vivir esa época de terror. Lo que digo como escritor es una respuesta a las imágenes brutales que ha mostrado el mundo.
A propósito de mi obra, te cuento que está definitivamente terminada. Ahora mismo estoy gestionando posibilidades de publicación. Pienso enviarla a Lima (Perú) o Buenos Aires. Espero que en una de las dos editoriales me resulte algo favorable. De la calidad humana de la novela, estoy seguro. Esta seguridad me ha sido confirmada por mis amigos intelectuales. Yo no espero que el recibimiento a mi obra sea apoteósico, pero sí hará meditar y tentar al arrepentimiento. Como te digo, mi obra es una acusación a todo. Espero sufrir mucho diciendo esta verdad. Pero estoy tranquilo. Soy una voz revelada que grita el desastre y tiene nostalgia del amor. Mi voz no es más que esto: una súplica para que regrese el amor a la tierra.
Voy a darte una explicación para dejarte tranquilo. No me interesa quién te haya informado de haberme visto "donde reina la maldad y el constante pecado de Dios". Yo mismo te lo confesaría. Yo soy escritor. No puedo encerrarme en torres de marfil a divisar las ciudades como hormigueros humanos. De arriba no se divisa nada. Sólo una cosa borrosa y vaga que no es la realidad. El escritor se nutre de impresiones de la vida, de imágenes. Tiene que vivir, meterse al pantano para decir que está podrido. Investigar las almas para asegurar que están enfermas. Conocer directamente el hambre, la miseria, el asesinato, la desesperación. El escritor es como un médico que abre las vísceras y ve la enfermedad para después sanarla. El bisturí de uno es la pluma que trata de aliviar, de detener la agonía. Yo no puedo predicar que el mundo sufre si no conozco ese sufrimiento. Para escribir hoy no se puede mirar al cielo. El cielo sigue siendo limpio y azul. Hay que mirar a los hombres, mirar hacia abajo. No se puede engañar a la humanidad escribiendo lo que no se ha visto. La honestidad es la vida del escritor.
Tú vas a reprocharme que conozca esa vida sucia de los barrios bajos. Me preguntas que por qué no voy a los clubes aristocráticos, a los ambientes puros. Esos hombres tienen máscara. El único hombre verdadero es el de la calle.
Sufro mucho pensándote lejos de cosas tan queridas. De tus regocijos en la finca. Sufro pensando que estás en peligro. Si yo tuviera dinero, hoy mismo renunciarías a las fatigas y a las privaciones de esa vida burocrática.
Yo siempre espero que por mi cuenta tendrás todo algún día. Sé que no podré complacerte en muchas cosas que van a dolerte respecto de tus principios. Pero si tus principios son los del amor, los míos también.
Acepto la invitación de unirme contigo. Serán dichosos los días que pase a tu lado. Del 15 en adelante, espero viajar. La finca (3) está bien dispuesta para las vacaciones. El café lo he vendido y ya casi cubro la deuda en la Caja Agraria. Te agradezco las lágrimas que me hiciste derramar con tu carta. No porque me sienta culpable, sino porque sé que me amas.

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Etapa 4 Los Síntomas del Cáncer de Colon y Tratamientos



  • La fase más avanzada de cáncer de colon se conoce como fase 4. En este punto, el cáncer se ha diseminado más allá de los ganglios linfáticos del colon y los  como el hígado, los pulmones, el estómago o los ovarios. Hay varios tipos de  disponibles que pueden prolongar la vida del paciente, pero no todos son aplicables en todos los casos. Los pacientes deben discutir las opciones de  para el cáncer de colon en estadio 4 con su , conocer los riesgos y beneficios de cada uno, y tomar una decisión informada sobre el curso de su  del cáncer.
    La primera fase del  para el cáncer avanzado de colon generalmente implica una . Una resección quirúrgica o colectomía es un procedimiento estándar que consiste en extraer una sección del tubo cancerosas de colon, junto con los ganglios linfáticos afectados. Luego, el cirujano vuelve a conectar los extremos del colon cortado. Un procedimiento conocido como reducción de volumen se realiza en los casos en que el tumor entero no se puede quitar. Esto disminuye el tamaño del tumor y puede aumentar la eficacia de otros .
    La quimioterapia se puede utilizar para tratar algunos casos de la etapa 4 en función de cómo el tumor se adjunta y donde el cáncer se ha diseminado. La quimioterapia actúa destruyendo las células que se dividen rápidamente. Esto afectará principalmente a las células cancerosas, pero también perjudica a algunas células sanas normales como las de los folículos pilosos, tracto digestivo y la médula ósea. Muchos de los efectos secundarios de la quimioterapia se puede controlar con.
    En algún momento cuatro casos, la radioterapia se usa después de la  para tratar de eliminar cualquier célula cancerosa restante. Los rayos de alta energía se dirigen al área cancerosa. El uso de la radiación es limitada en los casos en que ha hecho metástasis del cáncer a  vitales como el hígado o los pulmones, como las células sanas también pueden resultar dañados.
    La  con anticuerpos monoclonales es uno de los nuevos avances en el  contra el cáncer. Los anticuerpos monoclonales son proteínas que se unen a las superficies de las células cancerosas y evitar que las señales del crecimiento lleguen a los receptores celulares. Esto efectivamente puede detener el crecimiento y la diseminación del cáncer. Los efectos secundarios de este  son relativamente suaves en comparación con los que experimentaban con la quimioterapia tradicional.
    La  anti-angiogénesis es una forma relativamente nueva de  que se ha demostrado que aumenta la esperanza de vida de los pacientes con cáncer de colon cuando se combina con quimioterapia. Los tumores necesitan un suministro adecuado de sangre para crecer. Los fármacos antiangiogénicos inhiben la formación de nuevos vasos sanguíneos dentro de las células cancerosas y detener su crecimiento.
    En la actualidad, el cáncer de colon no es curable en la mayoría de la gente una vez que se ha llegado a su etapa final, pero un porcentaje cada vez mayor de la etapa 4 pacientes de cáncer de colon sobrevivir durante al menos cinco años después del diagnóstico. La esperanza de vida depende del comportamiento y la proliferación de las células cancerosas, la ubicación del tumor y la efectividad de los  utilizados para combatir el cáncer. Algunos pacientes sobreviven mucho su pronóstico original.

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Guía Fácil de la Enfermera al Cáncer de Próstata


Guía Fácil de la Enfermera al Cáncer de Próstata

  • La próstata es una pequeña estructura del tamaño de una nuez que forma parte de un hombre, el sistema AO reproductiva, sino que se envuelve alrededor de la uretra, el conducto que transporta la orina fuera del cuerpo. Si usted tiene cáncer de próstata, se trata de conseguir, o si, Aore mirando hacia fuera para la  de un ser querido, este artículo puede ayudar. El cáncer más común en los hombres estadounidenses, excluido el cáncer de , es el cáncer de próstata.
    La glándula prostática es parte del sistema reproductivo masculino. A una edad avanzada, los riesgos de la  para el cáncer de próstata o de otros  más radicales en realidad puede ser peor que la . El cáncer de próstata se caracteriza por, Äògrade, AO y, Äòstage, AO, grado se da para indicar la rapidez de un cáncer es cada vez mayor, de Amnistía Internacional a mayor grado, mayor es la probabilidad de que el cáncer crezca y se propague con rapidez y el tamaño y extensión del tumor determina su escenario.
    Disminución del calibre o interrupción del chorro urinario y dolor al orinar o ardor pueden ser síntomas a tener en cuenta. Algunos hombres experimentan síntomas que pueden indicar la presencia de cáncer de próstata. Si el cáncer se detecta en sus primeras etapas, la mayoría de los hombres no experimentan ningún síntoma.
    Los síntomas adicionales que pueden estar asociados con esta  son dolor de huesos o sensibilidad, y dolor abdominal. Uno de los síntomas del cáncer de próstata es la dificultad para empezar a orinar o retener la orina. Un síntoma es una necesidad de orinar con frecuencia, especialmente durante la noche.
    Las tomografías computarizadas se puede hacer para ver si el cáncer se ha diseminado. No es una prueba más reciente llamado AMACR que es más sensible que la prueba de PSA para determinar la presencia de cáncer de próstata. Una prueba de PSA con un alto nivel también puede ser de un agrandamiento no canceroso de la glándula de la próstata.
    Una gammagrafía ósea puede indicar si el cáncer se ha diseminado o no. Cuando un examen rectal se realiza a menudo revela un agrandamiento de la próstata con una superficie dura, irregular. El antígeno prostático específico (PSA) mide la enzima PSA en la sangre para detectar anomalías.
    Si la radiación es tan buena como la eliminación de la próstata es debatible y la decisión acerca de cuál escoger, en su caso, puede ser difícil. , radioterapia y  hormonal pueden interferir con la libido de manera temporal o permanente. Algunos  con efectos secundarios numerosos se están utilizando para tratar el cáncer de próstata avanzado, bloqueando la producción de testosterona, llamada castración química, tiene el mismo resultado que la extirpación quirúrgica de los testículos.
    Dado que los tumores de próstata necesitan testosterona para crecer, lo que reduce el nivel de testosterona se utiliza para prevenir el crecimiento y propagación del cáncer. El cáncer de próstata que se ha diseminado (metástasis) pueden ser tratados convencionalmente con  para reducir los niveles de testosterona,  para extirpar los testículos, la quimioterapia o nada en absoluto. La , llamada una prostatectomía radical, se elimina toda la próstata y algunos de los tejidos circundantes.
    Las recientes mejoras en los procedimientos quirúrgicos han hecho que las complicaciones ocurren con menos frecuencia. Un  en oncología generalmente recomendará el  con un solo fármaco o una combinación de fármacos. Los  pueden tener muchos efectos secundarios, como sofocos y la pérdida de deseo sexual.
    Cualquier persona que considera  debe estar consciente de los beneficios, riesgos y el alcance del procedimiento. En pacientes cuya  hace que el riesgo de la  inaceptablemente alta, la radioterapia es a menudo la alternativa convencional elegido. La manipulación hormonal se utiliza principalmente como  para aliviar los síntomas en los hombres cuyo cáncer se ha diseminado.
    La  por lo general sólo se recomienda después de una evaluación minuciosa y examen de todas las opciones de tratamiento disponibles. Lo que podemos hacer ahora es comenzar a entender cuáles son exactamente sus opciones de tratamiento y en la que, Aore va a comenzar.
    Es, el AM importante obtener la mayor información posible y leer todos los libros nuevos, libros electrónicos y de investigación disponibles. Una vez diagnosticada es posible que quiera unirse a un grupo de apoyo, cuyos miembros comparten sus experiencias y problemas. Asegúrese de leer todo lo que puedas tener en tus manos y reflexionar sobre todo.

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Cateterismo cardíaco y angiografía


Cateterismo cardíaco y angiografía

Pese a los adelantos introducidos en las técnicas incruentas, el cateterismo cardíaco aún constituye un instrumento clínico fundamental para evaluar la anatomía, fisiología y vascularización del corazón. Consiste en la inserción de pequeños tubos huecos de plástico (de 2 a 3 mm de diámetro) o catéteres en una arteria o una vena periféricas, con anestesia local, y en la introducción de su punta en el corazón para efectuar mediciones o inyectar medio de contraste radiológico líquido. Los resultados precisan la magnitud y la intensidad de la cardiopatía y, por consiguiente, ayudan al a decidir si el  , quirúrgico o por cateterismo es el más adecuado. Aunque es posible tratar a casi todos los pacientes con coronariopatía (coronary artery disease, CAD) o valvular basándose únicamente en los datos clínicos y en los resultados obtenidos en pruebas incruentas, al año se practican más de dos millones de cateterismos cardíacos y procedimientos angiográficos con fines diagnósticos o quirúrgicos. Este capítulo se centra en la aplicación del cateterismo cardíaco con fines diagnósticos.

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Dilatación e hipertrofia cardíacas



La sobrecarga de la aurícula derecha (aguda o crónica) puede aumentar la amplitud de la onda P ( 2.5 mm). La sobrecarga de la aurícula izquierda normalmente se  de onda P bifásica en V1, con un componente negativo ancho, o bien una onda P generalmente mellada y ancha ( 120 ms) en una o más derivaciones de los miembros. Este patrón también se observa en los retrasos de conducción de la aurícula izquierda cuando no existe una verdadera dilatación, por lo que se habla más bien de anomalía auricular izquierda.

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